Es fácil perderse en los campos dorados salpicados de alcornoques descansando bajo el insistente sol de Lusitania, y aún más fácil enamorarse de las playas.

Muchos de ellos todavía están relativamente intactos por la acción humana, ofreciéndonos un vistazo de la arena blanca del Alentejo que se extiende desde la península de Tróia hasta el cabo de Sines, como para invitarnos a deleitarnos con los simples placeres de la vida. Bendecida por la geografía que le dio el clima ideal y tocada por los fundamentos de la historia que le dan a estos lugares una identidad única y singular, la llanura occidental de Alentejo contiene muchos secretos que esperan ser descubiertos.